Teresa Fernández vive en Zambroncinos del Páramo (León), tiene 112 años y mantiene un hábito tan cotidiano como revelador: una copa de vino al día con cada comida. Cuando el calendario deja de ser una urgencia y el tiempo se mide en recuerdos, su gesto no ha cambiado. No habla de superalimentos ni de rutinas virales, sino de costumbre, de mesa compartida, de familia y de una vida vivida con calma.
Su caso ha llamado la atención del sector vitivinícola y recientemente recibió en su casa la visita de la Interprofesional del Vino de España, que quiso conocerla y rendirle un pequeño homenaje. El detalle —una cesta de vinos— fue lo de menos. Lo importante fue el relato: en su día a día, el vino no aparece como excepción ni como premio, sino como parte de un ritmo estable, repetido durante décadas.
Una costumbre centenaria que habla de mesa, cultura y moderación
“Tomar una copa de vino al día” no suena a titular científico, pero conecta con una realidad cultural profundamente mediterránea: beber con moderación, ligado a la comida, lejos del exceso y del consumo impulsivo. Es la idea que el sector defiende cuando habla de consumo responsable y que, en el caso de Teresa, se vuelve tangible: una persona que ha atravesado más de un siglo sin convertirlo en espectáculo.
Ese marco encaja con los principios de la Dieta Mediterránea, reconocida internacionalmente como uno de los modelos alimentarios más saludables del mundo. En su versión más auténtica —la de los pueblos, la de la cocina de siempre— la mesa no es solo nutrición: es ritual, conversación, pausa y comunidad.
Teresa no vende fórmulas ni promete milagros. Su historia no demuestra que el vino alargue la vida, pero sí ilumina algo que a menudo olvidamos: la constancia, la moderación y el placer consciente también forman parte del bienestar. Y quizá, a estas alturas, eso sea lo más moderno de todo.
Cuando el vino no es un truco, sino memoria líquida
En Zambroncinos del Páramo, el vino es cultura líquida: paisaje, conversación y celebración sin aspavientos. No es un suplemento ni un remedio. Es una costumbre heredada, compartida y normalizada, como lo ha sido durante generaciones que hoy superan el siglo de vida.
Al final, el vino no es solo una bebida: es historia, pueblo, identidad y mesa. Y en el caso de Teresa Fernández, también es parte silenciosa de una vida que ya ha cruzado los 112 años. Sin ruido. Sin prisas. Y con una copa servida cada día, como siempre.