El mejor espíritu Embotellado

Creado: Jue, 16/04/2009 - 21:15
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Por: Sommelier Yamir Pelegrino / Foto: Alvite
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El mejor espíritu Embotellado

Muchas son las bebidas que no por gusto llenan nuestros bares, nos acompañan en suculentas cenas, y más aún actúan como digestivos, cuando la comida o festín coge el segundo aire de sobremesa.

Ellas abren puertas de conciliación pero también hunden a muchos en la irremediable agonía, cuando sólo una copa es fi el acompañante. Y es que los alcoholes siempre han estado ligados a la historia del hombre, y son tan antiguos como su propia existencia.

La palabra alcohol proviene del árabe «al» (el) y «kohol» que signifi ca sutil, y este a su vez deriva del propio árabe, donde «al–kukhul», es igual a espíritu. De ahí el nombre de los destilados, donde se obtiene el mejor espíritu o alma de alto vuelo, pues estas bebidas son como verdaderas joyas, donde el espíritu del alcohol prevalece, y llega súbitamente al cerebro de todo el que lo consume, con enorme placer y complcjidad...

El término de bebidas espirituosas parece ser que salió de la jerga con la cual se defi nió, o con la que se comenzó a nombrar «el espíritu del vino», origen indudable del término «espirituoso», con el que hoy se denominan a las bebidas alcohólicas que nacen y llevan dentro siempre la nobleza del mejor alcohol. Por esto se consideran bebidas espirituosas a aquellas con contenido alcohólico procedente de la destilación de materias primas agrícolas (uva, cereales, frutos secos, remolacha, caña, frutas y otras). De este proceso surgen productos como el brandy, cogñac, whisky, ron, ginebra, vodka o tequila, entre otros.

Estas bebidas, recias en elementos alcohólicos y glicéricos, poseen caracteres organolépticos especiales, por su presencia o no de aromas, de productos naturales fermentados, o por maceración de sustancias vegetales, con adición o no de sabores, azúcares, otros edulcorantes o productos agrícolas.

Los espíritus o almas embotelladas, son hijos de la insustituible destilación, la cual no es más que el proceso tradicional de separación física, por aplicación de calor, del alcohol del resto de componentes presentes en todo líquido obtenido por fermentación de un producto vegetal de origen agrícola. La destilación es una actividad milenaria, profundamente arraigada en la cultura mediterránea, que tiene sus raíces en la civilización egipcia. La primera referencia registrada se debe a Abul Kasim, un médico árabe del siglo X. De hecho, las propias palabras «alcohol» –el producto– y «alambique» o «alquitara» –el instrumento de destilación– son palabras de evidente origen árabe.

Al principio sólo se destilaba el vino, pero poco después empezaron a usarse otros productos fermentados y/o materias primas de origen agrícola, con una fi nalidad en aquellos momentos eminentemente terapéutica. Luego de la trascendencia de los espirituosos, estos mismos dieron paso a lo que también llamamos «aguardientes», espirituosos de alta graduación alcohólica que casi siempre sobrepasan los 38º de alcohol por volumen.

Estas son bebidas alcohólicas de alta graduación, secas o aromáticas, obtenidas por destilación de mostos o pastas fermentadas, pueden ser granos, caña, papa u otra. Su denominación deriva del término latín «agua ardens», con el que designaban al alcohol obtenido por medio de la destilación.

Existen referencias de que su consumo se difundió por Persia, Siria, Egipto y Sicilia durante la época de Alejandro Magno que, en aquel entonces, era rey de Macedonia, durante la conquista y organización del Imperio Persa en 327 a.n.e. aproximadamente. La expansión de sus dominios abrió canales comerciales que facilitaron la difusión e infl uencia de artículos, especies y costumbres entre Asia Meridional, sur y sudeste de Europa y el Norte de África.

Al conocer los orígenes de estas bebidas que llevan dentro, no sólo el espíritu de sus mejores alcoholes, sino el corazón del terroir y la gente que los elabora, no podemos olvidar que existen productos que se han convertido con el tiempo en verdaderos símbolos nacionales. Sino digamos Cogñac y evocaremos a Francia, dígase Whisky y la mente valora a Escocia, hablemos de Ron y viajaremos al Caribe, apuntemos al Tequila y diremos México.

Sumando la fi neza de estos espirituosos, sus mejores caldos, su capacidad para mezclar con otras bebidas y productos del agro, algo de suerte y la pericia de los barthenders, nacieron los cócteles, verdaderas carrozas expuestas en las mesas de todo nuestro planeta.

Ellos son muestra del más rico y autóctono folklore, y de la inequívoca unión perfecta del espíritu de alto vuelo y esas semillas de creatividad presentes en cantineros y gentes de bar, quienes están convencidos de que con el mejor «espíritu» se embotellan las bebidas que llegan al alma.

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Por: Sommelier Yamir Pelegrino / Foto: Alvite