Perfumes, esencias gourmet del amor

Creado: Mar, 01/03/2011 - 20:28
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Por: Ernesto Montero / Fotos de: Alvite
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Perfumes, esencias gourmet del amor

Enmascarar los malos olores, crear otros nuevos y hasta seducir con ellos ha sido una vieja aspiración de la Humanidad, desde que en época tan lejana como la Edad de Piedra comenzara a quemar sustancias aromáticas para complacer a las divinidades o simplemente espantar a las fieras.

Sin embargo, no fue hasta los albores de la civilización egipcia cuando comenzó como tal la industria del perfume, esa que hoy mueve miles de millones cada año y que ha llegado a tal grado de sofisticación que hoy los perfumes personalizados son cosa del pasado, y ya se piensa en aromas «fijos», creados a escala nanométrica, que pueden durar años al aplicárselo una persona.

Los comienzos, no obstante, fueron más discretos y reservados para los grandes dignatarios. Existe una controversia sobre si fueron los sumerios o los egipcios los padres de la perfumería. Pero sí se sabe que ya varios siglos ANE se conocían ampliamente, como lo demuestra el hallazgo en la tumba del faraón Tutankamon de más de tres mil potes con fragancias que aún conservan su olor, a pesar de haber permanecido enterradas por más de 30 siglos.

Desde aquellos inmemoriales bálsamos que las egipcias se colgaban del cuello, o la mirra que utilizaban los griegos para aromatizar su cabello, o el sándalo pagado casi su precio en oro muy apreciado por los romanos, ha pasado mucho tiempo.

Fueron, quizás, los griegos, quienes mayor impulso le dieron al uso de las sustancias aromáticas, al punto de que consideraban al perfume como un don de la diosa Venus, y usaban un aroma diferente para cada parte del cuerpo: menta para los brazos, mejorana para los cabellos, aceite de palma para el pecho, tomillo para las rodillas y aceite de orégano para las piernas y los pies.

Pero el perfume, tal como hoy lo conocemos, no sería nadie sin los árabes, quienes aportaron el alcohol y la destilación, para que los primigenios aceites y resinas olorosas diluidas en este líquido revelaran toda la plenitud de sus cualidades aromáticas.

Según recoge la historia, el primer perfume famoso elaborado con alcohol fue una crema llamada Agua de la Reina de Hungría, que debe su nombre por ser el predilecto de la princesa húngara Isabel, a principios del siglo XIII.

No fue hasta el siglo XIV que comenzaron en serio a comercializarse, gracias al genio del químico y comerciante italiano Juan María Farina, quien en 1709 se estableció en Colonia, actual Alemania, y dio a conocer su Agua de Reina o Agua Admirable.

Aunque hay quienes dicen que Farina en realidad obtuvo su fórmula de un monje que había vivido muchos años en Asia, lo cierto es que su invención ganó rápidamente popularidad y se extendió a tal punto, que todavía hoy nombramos a un tipo de perfume como «Agua de Colonia».

De hecho, actualmente la más antigua de las fragancias estructuradas que perduran es el «Agua de Colonia 4711», creada en 1796 y considerada el primer perfume unisex del mundo, y que fuera usada nada menos que por Napoleón Bonaparte y su esposa Josefina de Beauharnais.

Esto no es nada raro dado el impulso que dieron los franceses a esta industria y la fama de buenos perfumeros que todavía tienen, que comenzó según coinciden la mayoría de los expertos cuando los fabricantes de guantes de Grasse decidieron perfumar sus creaciones y comenzaron a elaborar esencias a gran escala, convirtiéndose este pequeño pueblo al sur de Francia en una de las capitales mundiales de los aromas.

ESENCIAS NATURALES

Químicamente el perfume es una mezcla de aceites esenciales aromáticos, alcohol y un fijador, utilizado este último para proporcionar un agradable y duradero aroma a diferentes objetos y principalmente al cuerpo humano.

Los aceites esenciales son sustancias orgánicas de olor y sabor acres, irritantes e incluso cáusticos, las cuales se encuentran en las plantas, especialmente en las hojas y las flores, que pueden obtenerse por varios métodos y disolverse en alcohol.

Los fijadores, en cambio, son los responsables de aglutinar las diversas fragancias y son extraídos de los bálsamos, el ámbar gris y las secreciones glandulares de ginetas y ciervos almizcleros, aunque actualmente ya se fabrican sintéticamente en laboratorio.

Existen diversos métodos para obtener los aceites esenciales, la base de cualquier preparación olorosa, aunque el más conocido de ellos es la destilación, empleado para trabajar flores, plantas y hierbas, tales como la lavanda, rosas, alhucema, tomillo, sándalo, mimosa y otras.

También es muy utilizada la compresión, mediante el cual se obtiene el aceite de frutos como la cidra, la naranja y la bergamota; mientras que con la maceración se logran extraer los aromas de las flores sumergiéndolas en grandes calderas hasta que suelten su perfume.

El más complicado y trabajoso de todos los procedimientos es el Enfleurage, el cual se aplica para flores muy delicadas que solo ceden su aroma a ciertas sustancias grasas, las cuales después son disueltas una y otra vez en alcohol para extraer el aceite oloroso.

A su vez, las clasificaciones de los perfumes también varían en dependencia de su concentración, y abarcan las Esencias o Eau de Fleur, las Aguas de Perfume o Eau de Perfume, las Aguas de Baño o Eau de Toilette, las Agua de Colonia o Eau de Cologne, entre otras clasificaciones.

AROMAS PERTURBADORES

Perfumarse, para muchos, es todo un arte. Requiere buen gusto y conocimiento de uno mismo, de nuestros lados fuertes y debilidades. Incluso es preciso escoger la fragancia de acuerdo al lugar que vayamos, la hora del día y hasta de las intenciones que tengamos.

Los expertos aconsejan aplicar el perfume en zonas del cuerpo como las muñecas, los tobillos, las sienes, los lóbulos de las orejas y el busto, ya que el calor del cuerpo activa su fragancia y la hace más duradera.

La especialista Yanelda Mendoza López, directora del Museo del Perfume Habana 1791, quien fabrica perfumes personalizados a partir de aceites esenciales, asegura que cada persona, pero también cada edad y hasta cada hora tienen un olor característico, y por ende enmascararlo con un perfume no puede ser una receta fija.

Las Aguas de Colonia, por ejemplo, se recomiendan para las mañanas por su alto contenido de esencias frescas como el limón, menta o romero.

En la tarde puede usarse un Agua de Tocador, la cual es más concentrada; y ya en la noche un Agua de Perfume e incluso una Esencia, que siempre será más fuerte y llamativa.

Debemos tener en cuenta que cada fragancia debe escogerse de acuerdo al sexo, la personalidad de quien la use o sus intenciones.

Por ejemplo, los olores dulces como la canela o la vainilla van bien con quien desee expresar necesidad de afecto y cariño; los aromas más frescos del limón, la cidra o la menta con aquellos melancólicos precisados de animarse; los impulsivos deberán usar algo más sedoso y suave como el sándalo; y quienes deseen tener una vida sexual más activa aplicarse esencias más afrodisíacas como las rosas, el jazmín o el pachulí.

Y es que entre los tantos millones de combinaciones de sustancias aromáticas que hoy existen en el mundo, hay siempre una que resulta la más conveniente para nosotros… y también alguien que tiene un aroma que nos resulta perturbador.

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