Menús para Bebés

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Julio César Ginarte Suárez
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Si bien es cierto que el nacimiento de un bebé es un evento de alegría y felicidad para la familia, su llegada viene acompañada de la responsabilidad de aprender a alimentar a este nuevo ser para que pueda crecer y desarrollarse con salud y bienestar.

Es por ello que, en aras de lograr ese objetivo, se hace necesario conocer tres elementos fundamentales en la alimentación de un niño(a): la Lactancia Materna, la introducción de alimentos complementarios y una serie de medidas higiénico-dietéticas, tanto para los alimentos como para el proceso de ablactación (término utilizado para la introducción de los alimentos durante los primeros años de vida de un niño(a) y que permitirán la creación de hábitos alimentarios adecuados).

La Lactancia Materna es considerada el alimento natural e insustituible de la especie humana, sobre todo durante los primeros seis meses de vida, por su alto contenido de sustancias nutritivas y anticuerpos que necesitará un bebé para su desarrollo. Dentro de sus ventajas se destacan, además, su disponibilidad en cada momento, que permite que pueda ser ofertada a libre demanda, sin preparación y con higiene segura; contiene suficiente cantidad de líquidos, por lo que no es necesario dar agua o jugos; es fácilmente digerible y por otra parte, favorece la relación afectiva madre–niño (a). Sin embargo, es bueno señalar que este es un acto que incluye a toda la familia, la cual se encargará de brindar un ambiente de paz y armonía.

Aunque la mayoría de los especialistas recomiendan continuar con la Lactancia Materna hasta los dos años de vida, siempre que sea posible, para así prevenir la aparición de enfermedades que pudieran estar asociadas a la inmadurez  de los sistemas digestivo e inmunológico en los niños pequeños, se hace necesario (a partir de los seis meses de edad) comenzar la introducción de toda una serie de alimentos complementarios, que sean variados y en forma paulatina, dosificada y progresiva, estos brindarán un aporte extra de proteínas, vitaminas y minerales, necesarias para el correcto crecimiento y desarrollo del bebé.

Se pueden utilizar siete grupos básicos de alimentos (Leche y derivados; Carne, huevos y pescados; Tubérculos, legumbres y frutos secos; Verduras y hortalizas; Frutas; Pan, pasta, cereales y azúcar; Grasas, aceite y mantequillas ). A la hora de ofertarlos es conveniente tener en cuenta los siguientes requisitos: deben ser introducidos de uno en uno y poco a poco para asegurar su tolerancia. En cuanto a la cantidad de comida, esta puede variar de un día a otro, en dependencia de la aceptación y demandas del niño (a). Su consistencia debe ser espesa, ya que los líquidos como jugos y caldos no contienen suficientes nutrientes. Por supuesto, esta consistencia irá variando según la habilidad que adquiera el bebé para masticar y a la aparición de los dientes.

Por otra parte, no es adecuado mezclar sabores dulces y salados, porque esto impide que aprenda a identificar el sabor real de los alimentos, así como evitar el exceso de estos sabores, que pudieran desarrollar hábitos tóxicos capaces de  repercutir negativamente en su salud futura.

Como tercer elemento importante a tener en cuenta en la alimentación del niño(a), están una serie de medidas higiénico-dietéticas que ayudarán de forma práctica a propiciar bienestar y que los alimentos ofrecidos puedan conservar su valor nutricional. Por ejemplo: las frutas (una de las fuentes fundamentales de vitamina C) deben ser ofrecidas en su forma natural, aplastadas o hechas papilla. Los jugos deben ser elaborados inmediatamente antes de consumir y utilizar los cereales y compotas comerciales que preferiblemente estén enriquecidos con hierro y vitaminas, así como viandas de color amarillo que permiten el aporte de vitamina A. También es importante seleccionar vegetales frescos de color verde oscuro, amarillo o anaranjado, ya que los mismos brindan ácido fólico, que es una vitamina fundamental para el crecimiento.

No es recomendable añadir azúcar a la leche, jugos o yogurt. La yema de huevo, que al igual que las carnes constituyen una importante fuente de hierro, no debe darse cruda sino cocinada, porque es más saludable. Brindar el huevo completo solo después del año de edad. En cuanto a las carnes, no deben ser descongeladas debajo del agua, y solo la que se vaya a consumir del paquete, pues los cambios alternos de temperatura pueden facilitar su contaminación y pérdida de valores. También deben cocinarse a temperaturas moderadas para que resulten más jugosas y agradables al paladar. Evitar aquellas carnes procesadas con aditivos químicos que puedan dañar la salud del niño (a).

En cuanto al pescado, se debe ofrecer  bien limpio, fresco, desmenuzado y sin espinas, para  así evitar accidentes. Los frijoles deben combinarse con cereales como el arroz, maíz y pastas alimenticias para mejorar su valor nutricional, dejando los granos blandos y con un caldo ligeramente espeso. Por otra parte, los alimentos pueden ser condimentados con ajo, cebolla y ají, nunca utilizar sazonadores o saborizantes industriales.

En otro sentido, no debe pasarse por alto que para prevenir enfermedades digestivas en el niño (a), un aspecto fundamental es el cuidado en la higiene de personas y alimentos. Para esto: conserve los alimentos en lugares frescos y limpios, y mantenga en refrigeración aquellos que lo necesiten. Lave con abundante agua las frutas y vegetales que serán ingeridos crudos. Hierva o filtre el agua de beber y mantenga las manos y todos los utensilios de la cocina bien limpios. Evite recalentar los alimentos que les ofrecerá a los niños, y asegúrese de recoger la basura en depósitos limpios y tapados, así como de eliminarla diariamente. Enseñe a los niños a lavarse las manos antes y después de comer, y después de ir al baño. También a cepillarse los dientes al terminar de ingerir alimentos.

Por último y no menos importante, tener en cuenta que el momento de la comida es una ocasión para enseñarles a los niños buenos modales, así como para compartir y fomentar la convivencia familiar. Es por ello que la alimentación debe realizarse despacio y pacientemente. Los niños no deben ser forzados, pues la presión ejercida en estos momentos puede desarrollar conductas de rechazo a los alimentos e inapetencia.

Fuente: Revista Excelencias Gourmet No. 38

Credito
Julio César Ginarte Suárez