Vino: El mundo líquido en versión femenina

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Guillermo Cruz
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Desde el origen de la humanidad, el poderoso encanto que ha ejercido sobre el hombre ese lado oscuro, ambiguo y, a la vez, fascinante de la naturaleza femenina, le ha llevado a ver en la mujer al elemento irracional e imprevisible que debía ser controlado. El mundo del vino no queda excepto de ello.

Las distintas situaciones de sumisión femenina que se han venido produciendo desde entonces nos muestran hasta qué punto la consideración social de la mujer, desde la antigüedad, se ha medido por el número de prohibiciones y el rigor de los castigos que la rodean. Las mujeres no solo han sido diferentes por naturaleza, sino que, históricamente, fueron tomadas como naturalmente inferiores.

Mujeres y vino: Una mirada al pasado

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Mosaico romano.
 

Entre estas viejas creencias y supersticiones encontramos una curiosa analogía entre el significado original del término "tabú", relativo a la prohibición de comer o tocar algún objeto, y una antigua costumbre romana que impedía a las mujeres beber vino y tener acceso a las llaves de la bodega. La mayoría de las veces, la infracción de esta norma se pagaba con la muerte.

En la sociedad romana de la época arcaica, el vino había causado una gran impresión a los habitantes de la ciudad tiberina, especialmente por los efectos que causaba en el espíritu. Por ello, la tradición más conservadora de esta época prohibió el consumo del vino a los varones menores de 30 años. Las restricciones para la mujer fueron mucho más allá: para ellas siempre estuvo prohibido. La única manera en la que podían consumir vino era cocido y, al igual que sucedía con los esclavos, los vinos debían ser de segunda prensa, aquellos que no estaban fermentados. Es decir, aquellos en los que el azúcar no se había transformado en alcohol. Esta prohibición la podemos ver aún hoy releyendo a los autores clásicos, tanto griegos como romanos.

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Algunas de estas obras serían la Historia Natural de Plinio el Viejo en la que se mencionan a una serie de autores, así como varios ejemplos. En uno de ellos, la mujer de Egnatius Maetennius fue golpeada hasta la muerte por su marido por el simple hecho de beber vino. En la obra de Fabius Pictor, Annals, también se menciona un acontecimiento en el
que una mujer fue obligada a morir de hambre por sus parientes debido a que rompió el sello del armario en el que estaban las llaves de la bodega.

En Plinio también podemos encontrar alguna mención a Catón, quien nos habla de que la única razón por la que los parientes besan a las mujeres es para comprobar si huelen a vino, indicativo de si han bebido o no. Este beso era conocido también como ius osculis, que permitía al marido y a cualquier familiar, en cualquier momento, comprobar de forma fehaciente y a través de la boca de la mujer si había o no había consumido vino. Más allá, esta prohibición también se extendía al momento de administrar y servir el vino: una mujer no podía encargarse de cuidar la bodega ni de servir el vino, sino que debía ser el pater familias el que se encargara de esas tareas.

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Este repaso a la antigüedad nos permite echar la vista atrás y comprobar de dónde venimos para poder construir un presente y un futuro mucho mejor. El mundo del vino ha sido, por tradición, un mundo eminentemente masculino, aunque esta consideración del sector vitivinícola, afortunadamente, está cambiando con la irrupción en escena (que no entre bambalinas, donde la mano femenina actuaba ya desde hace bastante tiempo) de importantes referentes femeninos.

La incidencia histórica de la mujer en el vino siempre ha aparecido desdibujada, a pinceladas irregulares. Quizá, históricamente, las primeras referencias enológicas vinculadas al sexo femenino habría que buscarlas en Francia. Allí, sobre el resto de mujeres, brillan con luz propia dos de marcado carácter que supieron, no sin esfuerzo, buscar su propio hueco en un segmento de mercado monopolizado con total exclusividad por el hombre. Más en concreto y remontándonos en el tiempo, dos mujeres hicieron historia en una de las zonas con más tradición del mundo: Champagne. Por un lado, nos encontramos a Nicole Barbe Ponsardín, viuda de Cliquot, quien tras la muerte de su marido puso la marca de Champagne en lo más alto, ideando el degüelle como una solución para retirar los restos fermentativos que permanecían en la botella. El degüelle de las botellas de vinos espumosos aún se continúa realizando en la actualidad y, a día de hoy, sigue siendo una de las más reconocidas.

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Retrato de Madame Clicquot y su bisnieta Anne de Mortemart-Rochechouart, futura Duchesse d'Uzès. El castillo de Boursault está al fondo.
 

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Otro de los grandes nombres es el de Madame Pommery, impulsora del Champagne Brut, con muchísimo menos azúcar de lo habitual en la época. Convenció a los viticultores de dejar los racimos más tiempo en las cepas, reduciendo así la necesidad de utilizar tanto azúcar para equilibrar la gran acidez de sus uvas.

La mujer en el mundo vitivinícola actual

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La realidad vitivinícola actual parece un poco más accesible para la mujer. Sirva como ejemplo Mouton Rotchild o Chateau Margaux, dos de las bodegas que son referencias mundiales y que están lideradas por mujeres. Aunque esto son solo dos ejemplos de una larga lista de casos que podríamos apuntar y cuya finalidad es evidenciar que la capacidad de liderazgo de la mujer en todos los ámbitos del sector vitivinícola está fuera de toda duda.

Sin embargo, la influencia femenina no se limita solamente a la parte directiva. Desde un punto de vista organoléptico los sentidos de la mujer suelen encontrarse más desarrollados que los de los hombres. Hay quien busca en esta afirmación un soporte de naturaleza biológica, aludiendo a que la posibilidad de la maternidad, vigoriza a la mujer para, por medio de los sentidos, poder detectar aquellos concurrentes químicos que pudieran resultar peligrosos para la posible cría (en época de gestación la mujer es especialmente sensible a los olores). O sea que es la propia Madre Naturaleza la que dota de más y mejores elementos de análisis a la mujer. También existe quien opina que el silencio que la mujer se vio obligada a mantener durante siglos, agudizó el resto de sus sentidos, siendo en esta ocasión la propia historia social la responsable de esta mayor capacidad sensorial femenina.

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Dejando aparte su disposición analítica, la importancia histórica de la mujer en la economía doméstica es indiscutible. Tradicionalmente ha sido la mujer la que se ha encargado de comprar el vino en las grandes superficies para su consumo en el hogar. La mujer selecciona, indaga, marida y, muy importante, escoge en función de la relación calidad-precio… suele ser menos propensa a dejarse impresionar por las marcas, modas y costumbres. Esto comienzan a tenerlo en cuenta los bodegueros y ya surgen claras referencias al mundo femenino en el vino.

Si la mujer no hubiese adquirido más relevancia paulatinamente, no hubiese habido una evolución. Y es que el mundo del vino no deja de ser un reflejo de la sociedad, por lo que el futuro -y el presente- del mundo del vino es también de mujeres.

En los restaurantes cada vez resulta menos extraño encontrarnos con mujeres ejerciendo profesionalmente de sumiller. Sus impecables conocimientos técnicos a buen seguro nos conducirán al éxito en la elección del vino. El camino abierto por personas como María José Huertas, Eva Pizarro, Carmen González, Anna Vicens o Albanelly Rosso, por poner algunos ejemplos, con toda seguridad abrirán camino para todas las que vengan detrás.

También en el mundo de la enología y la viticultura, grandes nombres brillan en el firmamento líquido como Verónica Ortega (Verónica Ortega), Paola Medina (Williams & Humbert), Mayte Sánchez (Arrayán) o Almudena Alberca, primera mujer Master of Wine en España.

Su sensibilidad a la hora de interpretar un paisaje, hace que sus vinos sean sublimes, con una fuerza y energía increíbles. Creo que el talento no entiende de género y muchos son los ámbitos en el mundo del vino en los que la mujer seguirá ganando un protagonismo más que merecido. Ojalá tengan todos las mismas oportunidades y que las letras del presente y del futuro se escriban a partes iguales entre lo masculino o femenino.

¿Recuerdan cuando en los restaurantes había dos tipos de carta, de vinos y de platos, la del hombre con precios y la de la mujer sin ellos? Cuánto han evolucionado las cosas, pero no nos despistemos, sigamos trabajando entre todos para un futuro de igualdad y equidad.

Los proyectos son mucho más bonitos y emocionantes cuando las oportunidades son para todos. El mundo del vino, afortunadamente ya no entiende de sexos o estereotipos.

Fuente: Revista Excelencias Gourmet No. 78

Fotos: Wikipedia

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